LE VIE EN ROSE
La avaricia carnívora de las marcas publicitarias permite que de un tiempo a esta parte, estas macroindustrias de lo textil se orinen (y algo más) en lo alto de las tradiciones futboleras que tanto nos gustan a mí y a muchos de los que pertenecemos a la fauna del frikismo balompédico. Parné, parné y más parné es lo que quieren. Y en su legítimo derecho de llenarse los bolsillos cometen tropelías como las calzonitas rojas de España, las blancas de Alemania y otras de ese estilo.
La penúltima barrabasada han sido las equipaciones suplentes del Madrid. Esas que a veces se ponen, sin que tengan por qué. El pasado miércoles vimos en la Champion a un Madrid de negro, cuando bien podría haber jugado de blanco, ante un equipo de verde. No contentos con dejar en el ropero la histórica zamarra blanca merengona, se ponen una camiseta con el dibujo de un dragón, como si Santiago Bernabeu en lugar de ser de Almansa, hubiera nacido en el mismo Shangai. Pero lo de la otra, la rosa, es peor. Imaginen a Camacho, Goyo Benito o Santillana, metidos en fango hasta el tuétano, remontando en una de esas noches mágicas de Chamartín, con una camisetita rosa. Algo falla. Y si observan alguna imagen del malogrado Juanito con la merengue arremangada mordiéndole la oreja a un alemán medio metro más alto, y lo comparan al rubito Kroos vestido de rosa cual arropía, tendrán que preguntarse, al menos yo lo hago, en qué estamos fallando para llegar a esto.
Aquí en Cádiz, se presentaron ayer las dos equipaciones suplentes.Que digo yo, ¿para qué dos?, si con una vamos sobrados (maldito parné). Una de ellas, como no, rosita. Ay omá. Jamás pensaré que el dichoso color feminiza al equipo. Para nada. Pero es que da un puntito de buenrollismo, flower-power, campos llenos de piruletas gigantes, y teletubbies pasándote la pelota, que echa para atrás. Qué pensará ese defensa central básico, de ese equipo que juega en un campo minúsculo de criminal césped, cuando el futbolista gaditano, rosita como un helado de fresa, le llegue trotando como un lechoncito. Miedo me da. Y no digo nada de la parroquia local, soltando improperios arrancados desde lo más profundo de su naturaleza de macho hispano neardental.
El rosa no asusta señores. Venderá, pero no da miedo. Sirve de cachondeíto. Den marcha atrás (sin segundas), por favor. Ese día que por casualidades del destino, el Cádiz tenga que colocarse alguna zamarra que no sea amarilla, tiren del pendón capitalino, por ejemplo. Siempre tendrán la excusa de la gaditanidad. (buen palabro me acabo de inventar).
José Antonio Vera Luque
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