lunes, 22 de noviembre de 2021

LA CRÓNICA SULFURERA DE VERA LUQUE

 JORNADA 14
GETAFE 4 - CÁDIZ 0

CRÓNICA DE UN MAMONEO ANUNCIADO


GETAFE: David Soria, Damián Suárez, Djene, Mitrovic (Cabaco 82'), Cuenca, Olivera, Maksimovic (Florentino 65'), Arambarri, Aleñá (Vitolo 82'), Sandro (Mata 61') y Unal (Darío 82').

CÁDIZ: Ledesma, Iza Carcelén (Fali 46'), Haroyan, Cala, Espino, Tomás Alarcón (Álvaro Jiménez 56'), Álex Fernández, Salvi (Chapela 46'), Alberto Perea (Choco Lozano 64'), Sobrino (Bastida 64') y Negredo.

ÁRBITRO: De Burgos Bengoetxea (vasco). Amonestó a Sandro y Mitrovic por el Getafe y a Alberto Perea, Álex Fernández, Haroyan y Cala por el Cádiz.

GOLES: 1-0 Olivera (7'), 2-0 Cuenca (60'), 3-0 Unal (81'), 4-0 Mata (94').

INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la 14ª jornada de LaLiga Santander disputado en el estadio Coliseum Alfonso Pérez ante 8.825 espectadores.




CRÓNICA SULFURERA: Bueno, pues algo pasa ¿No? Algo pasa porque no es normal que nos metan tres goles de cabeza ante una defensa pegada al césped como atraídos por una misteriosa fuerza electromagnética que les impidiera saltar. ¿Tacos impregnados de Loctite? Porque ni escuchando el mítico “Salta” de Tequila saltaban esta gente hoy. Espectadores en primera fila de una tripleta de remates de coco a placer. Sólo les faltó a los delanteros del Getafe rematar con un puro en una mano, el copón de Chivas en la otra, y un batín de cachemir convenientemente anudado. Jamás la defensa cadista desde que Cervera trincó el equipo allá por la primavera del 2016, había sido tan complaciente, tan mirona, tan aterciopelada. ¿Un mal día? Demasiados síntomas de que hay algo más que una aleatoria caraja dominical. El efecto placebo de los tres puntos de San Mamés ha durado poco, y se ha vuelto a la maldita cotidianeidad de este año, que es ni más ni menos que la de los partidos olvidables. Y la de regalar con lacito y papel de regalo hermosos goal-averages a los rivales directos. En el arte de detectar temporadas cochambrosas la afición amarilla tiene un doctorado, por mor de la cantidad de temporadas cochambrosas que hemos sufrido a lo largo de la historia. Ésta tiene papeletas para ser una. Ya veremos con qué final. Pero tras catorce jornadas, y aún fuera de los puestos de descenso, hay algo que chirría. Y mucho.

Chirría que no vemos ese plantel familiar, alegre, cercano de otras temporadas. Y chirría la imagen de un Cervera dócil, casi anestesiado. Cervera golpeaba los banquillos, maldecía en arameo, señalaba con el dedo índice acusador al que fuera, llámese cuarto árbitro, llámese entrenador contrario. Últimamente da esa imagen de resignación,  que acompaña con decisiones tácticas subliminales, o no tanto. Que eche mano de Chapela o Bastida para un segundo tiempo que había que levantar ante un rival directo, suena a mensaje cifrado. En lenguaje encriptado, el Gafa da a entender que si no le traen futbolistas de Primera División, recurre a canteranos sin experiencia ni rodaje en la categoría (ni siquiera en Segunda), antes que a futbolistas de saldo, que no cumplen los requisitos mínimos que necesita una entidad que busca cierta consolidación en la máxima categoría de la Liga española. Lo mismo desde el palco no pillan la indirecta, o lo mismo sí ,pero les preocupa más el dichoso estadio nuevo, el maravilloso mundo de las puñeteras bitcoins, un yanqui al parecer cadista hasta la médula aunque no se apellide McCarty, o el mercado futbolero de la China misteliosa lodeada de mulallas. Porque al parecer hay un par de futbolistas chinos que están en cartera, y es que a los tipos estos ni les da corte anunciar estas movidas. No se cortan. Al menos van de cara. 

Porque al margen de lo deportivo, disculpen que vaya rematando el tiroriro de hoy centrándome en la soberana mierda de este fútbol del siglo XXI, concretamente en lo que respecta a nuestro equipo. Porque…¿Cuál es nuestra posición, querido aficionado, en esta historieta? Ni más ni menos que la misma posición que tenemos respecto al Netflix. Pagamos, vemos y disfrutamos (o no) lo pagado. Somos meros clientes de una empresa, en este caso el Cádiz, propiedad de unos señores cuyo cadismo es ínfimo, eventual e interesado, frente a nuestro sentimiento máximo, eterno e incondicional por estos colores. Señoros que se hicieron del Cádiz en cuanto vieron oportunidad de negocio, como tantos y tantos que pasaron por aquí. Los locos que poblamos las gradas desde tiempos inmemoriales coloreados por camisetas Elements y perfumados con el olor a grifa que impregnaba el hormigón del Fondo Norte, conocemos a estos vendehúmos desde que aparecen con sus corbatas y sus maletines prometiendo el vellocino de oro,el cáliz sagrado y el arca perdida.  Negocio, puro negocio. Lo que pasa es que, señores míos, empresaurios gomineros, magnates de la pelota…el fútbol no es un negocio al uso, como puede ser una fábrica de espinilleras con el COU hecho, o el monorraíl de los Simpson llevado a la vida real. El fútbol es pasión, propiedad del aficionado, que bien puede ser un oligarca ruso, o un niño de Senegal. Vosotros compráis los estadios, los jugadores, los palcos…pero nunca podréis comprar los recuerdos, las ronqueras, y las lágrimas. Eso es nuestro, al menos mientras que no inventen un artilugio que nos borre todo eso de las neuronas a cambio de dinero,  como en un mal episodio de “Black Mirror” (capaces son). Sería bonito que desde vuestro despacho desde el cual manoseais el fútbol, y en el que cuelga un poster de Florentino Pérez, en lugar de uno de George Best lleno de barro, no continuarais apropiándose del deporte y alejándolo cada vez más del aficionado, auténtico dueño. Aquí en Cádiz, por ejemplo, una preocupante brecha se abre entre el palco y el resto de la grada. Entre la entidad y la ciudad. Cuando el Cádiz se adentraba en los suburbios de la Segunda B hace casi treinta años, los actuales propietarios de nuestro equipo festejaban los goles de Davor Suker en el Sánchez Pizjuán. Y eso se nota. Se nota por esa sospechosa equidistancia a la hora de posicionarse en la batalla entre el currante del metal y la patronal exprimidora, ignorantes de que el gaditano de a pie, el mismo que llena la grada, lleva en su ADN la lucha obrera desde que en los 70, desde los balcones se les tiraban souvenirs a los grises. Y se nota, por esos tarros de crecepelo mágico que nos intentan vender en forma de un Cádiz por Europa en un Estadio para 35.000 almas con su césped de quita y pon. Esta serie de ingredientes metidos en una coctelera y convenientemente rebujados, teniendo en cuenta que por estos lares andamos hasta la coronilla de promesas incumplidas por señores con trajes caros, y que cada gaditano tiene un master en desilusión… dan lugar a esa desafección entre aficionado y club, entre la ciudad y la entidad. Se pierde identidad, espíritu, pureza. Y ante eso, la patata me dice que es preferible el club auténtico sin pretensiones, que un club sin valores,sin alma y sin raíces, por mucho que se aspire a Europa o a grandezas artificiales. Triste, muy triste.

Termino: si la pelotita entra, el cristal de las gafas cambia, y se ven las cosas de otra manera. Pero es que resulta que la pelotita no está entrando en la portería contraria y está entrando más de la cuenta en la nuestra. Asiduamente además. La temporada se enmarrona, y no ve uno un ambientito simpático como para no echarnos a temblar. Y a ver…no me enfado, pero me da coraje. Ajú.

FOTO: Dos pajarracos. Al de la izquierda ya lo conocemos. El de la derecha es Arturo Baldasano. Allá por el 2007 se compró el Cádiz como el que se compra una chamarreta en Eutimio. Una de sus mejores gestiones fue traerse a Bertín Osborne como pregonero del Trofeo Carranza, el cual dejó claro en su pregón que no había visto el Trofeo ni puesto en el escaparate de la calle Columela. Desastroso. El Baldasano este y sus secuaces vinieron, y al ná se fueron, eso sí, haciendo la puñeta, pagando a jugadores mediocres sueldos bochornosamente engordados, y dejando una plantilla reventá. Fue el año del penalty de Abraham Paz al Hércules. Con eso te digo tó. 

Fuente: Mundo Deportivo



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