Colectivo de seguidores del Cádiz CF. Desde 2002 hasta siempre. Con alma amarilla y corazón cadista, llevamos más de dos décadas dejando nuestra voz en el fondo sur del Estadio Mirandilla. 13 almas unidas por la pasión, creciendo ahora con la fuerza de una nueva generación: los hijos ya se suman al rugido.
Sulfuro Amarillo no es solo un nombre, es una forma de vivir el fútbol. Fieles, ruidosos y eternamente cadistas.
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lunes, 22 de abril de 2024
LA CRÓNICA DE VERA LUQUE
GIRONA 4 - CÁDIZ 1
TRIBUTO A CALDERÓN (DE LA BARCA)
GIRONA: Gazzaniga, Yan Couto (Pablo Torre 86'), Eric García, David López, Blind, Miguel Gutiérrez (Arnau Martínez 76'), Aleix García, Yangel Herrera (Solís 58'), Iván Martin (Portu 76'), Savio y Dovbyk (Toni Villa 86').
CÁDIZ: Ledesma, Iza Carcelén, Ousou, Víctor Chust, Lucas Pires, Rubén Alcaraz, Álex Fernández (Escalante 46'), Iván Alejo (Sobrino 70'), Robert Navarro (Sergi Guardiola 86'), Juanmi (Chris Ramos 46') y Maxi Gómez (Roger Martí 70').
ÁRBITRO: Alberola Rojas (castellano manchego). Amonestó a Miguel Gutiérrez por el Girona y a Álex Fernández y Víctor Chust por el Cádiz.
GOLES: 1-0 Eric García (9'), 2-0 Iván Martín (22'), 3-0 Dovbyk (71'), 3-1 Escalante (81'), 4-1 Portu (82').
INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la 32ª jornada de LaLiga EA Sports disputado en el estadio Municipal de Montilivi ante 12.665 espectadores.
CRÓNICA DE VERA LUQUE: La croniquita debía esperar al final de la jornada para enfocarla como rendijita esperanzadora, o como réquiem definitivo. Como saben, ya sólo nos queda una vida para llegar al final del juego, y precisamente no parecemos demasiado diestros con los mandos de la consola en la mano. Pero ahí está: la vida (o vidilla), el mando, y el juego al cual aún no se ha asomado el letrero de Game Over.
El cablecito que el Sevilla nos echó ayer por la noche nos sirve para mantener la llamita de la esperanza, la aceleración cardíaca, y el salir el domingo por la mañana desde casa hacia el estadio con cierta pasión, de momento poco desenfrenada. Si en el partido del Pizjuán la historia hubiera sido otra, el domingo comenzaría para nosotros nuestra particular despedida de la máxima categoría jugando partidos insulsos dignos de la celebérrima Copa del Meao.
Aún así, aún ganando, aún goleando en tremenda demostración de fútbol samba el próximo domingo, nos quedaría por delante un calendario más complicado que el del Mallorca, y las ansias de carambolas a dos o tres bandas, que traducido resulta, un poquito más de motivación futbolera prorrateada semana a semana, que acabará o acabaría en el momento en el que la última bala se desperdiciara. Puede ser este domingo, puede ser en el Bernabeu… o puede que sea más adelante, provocando esa sensación de morir en la orilla, del por poquito, del qué mala suerte… cuando el final de la película se está escribiendo desde noviembre, o desde aquella copita navideña en la que el presidente chuleaba de la mejor temporada de la historia cadista, cuando el equipo ya estaba un punto del descenso y llevaba doce jornadas sin ganar, meándose en lo alto de la macrohazaña de la 2020-21 bajo la batuta de Cervera, o de aquel lejano 1988 de Espárrago y un Magico vuelto más loco todavía, si cabe.
Para que exista milagro, es necesaria esa hazaña que lo corrobore. En mayo del 91, con un Cádiz a punto del desahucio, le metíamos cuatro a un Barcelona arrasador que traía el champán en la nevera (o el cava, supongo), y se remontaron los dos últimos partidos de casa (Sevilla y Zaragoza) en los últimos minutos. Milagrazo con el que se logró la escalada al puesto 18 de la tabla, que entonces nos permitió jugar la promoción, pero que hoy no nos serviría de nada.
En el mismo mes florido de un año antes, con cuatro victorias pírricas despachábamos los cuatro últimos partidos. Voy a lo que voy: necesitamos un episodio épico, una epopeya futbolera, un capítulo sobrenatural, y me parece que este equipo no demuestra poderes divinos, o los futbolistas no encuentran la cabina para cambiarse el traje de chaqueta por el de superhéroe.
Como ejemplo, Girona y ese primer tiempo de actitud sumisa cual corderitos que van al matadero, o esa reacción impostada durante la segunda parte, más estética que operativa, más justificadora que productiva, o ese despeje absurdo-caótico al cielo gerundense, salida majadera de Conan incluida, y que nos terminó de rematar el sabadito con el cuarto gol de ellos. O si me lo permiten, esa ausencia de concentración, de mala leche, de barriobajerío balompédico, que permitió que hace dos semanas, Joao Felix rematara de tijera en el area chica a la salida de un córner.
Me faltan ingredientes para que ocurra lo imposible. Me resulta difícil creer que este equipo, que de 32 partidos más dos de Copa contra rivales de barriada, ha ganado cuatro, ahora gane seis de seis, Bernabeu de por medio. Y que a su vez, los rivales, que no olvidemos son claramente superiores en calidad y visto lo visto, en garra, caigan estrepitosamente, teniendo casi el mismo calendario por delante. Si me pusieran por delante a otro elenco de señores vestidos de amarillo, pongamos que hablo de Cortijo, Juan José, Mejías, Quevedo, el delantero extranjero de turno que las colaba, y así hasta quince o dieciseis jabatos más… confiaría en la resurrección de Lázaro y en la multiplicación de los peces y los panes con los ojos cerrados, y metiendo la mano en el fuego hasta el codo. Ahora, permítanme que la barrita de la esperanza, la tenga un poco más baja que de costumbre.
No obstante, en este fútbol moderno odioso y devorado por los colmillos de los mandamases que en los despachos sólo piensan en cómo apilar billetes a costa de la pureza del propio juego, y en el cual cuesta un dineral absolutamente todo, desde una entrada en el palomar de un estadio faraónico para ver a los futbolistas como hormiguitas, o ese canal de televisión que mantenga al espectador atornillado e hipnotizado por tres o cuatro ligas europeas y por una Copa de Europa repetitiva año tras año, o esa equipación original que pide el niño por su Comunión y que siendo su utilidad la del juego, la de arrastrarse, la de sudar, saltar y correr, cuesta más que el propio traje de marinerito…en este fútbol donde cuesta dinero absolutamente todo, sólo hay algo que de momento es gratuito y está al alcance de todo hincha sin que tenga que mirarse la cuenta bancaria o el fondo de bolsillo. Y eso es el soñar. Así que soñemos, al menos una semana más, que no cuesta un euro, amiguis. Que la vida es sueño, y los sueños, sueños son. Algo es algo.
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