CÁDIZ 1 - GETAFE 0
MATEMÁTICA RESISTENCIA
CÁDIZ: Ledesma, Zaldua (Iza Carcelén 64'), Fali, Víctor Chust, Javi Hernández, Escalante, Rubén Alcaraz, Sobrino (Iván Alejo 64'), Robert Navarro (Lucas Pires 82'), Roger Martí (Juanmi 64') y Chris Ramos (Maxi Gómez 70').
GETAFE: David Soria, Carmona, Djené (Alderete 46'), Gastón Álvarez, Angileri (Óscar Rodríguez 46'), Diego Rico, Luis Milla, Yellu Santiago (Aleñá 58'), Maksimovic (Ilaix Moriba 81'), Greenwood y Jaime Mata (Latasa 58').
ÁRBITRO: De Burgos Bengoetxea (vasco). Amonestó a Sobrino, Víctor Chust, Zaldua, Iván Alejo y Javi Hernández por el Cádiz y a Djené y Óscar Rodríguez por el Getafe.
GOL: 1-0 Rubén Alcaraz (p.) (35').
INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la 35ª jornada de LaLiga EA Sports disputado en el estadio Nuevo Mirandilla ante 16.592 espectadores.
CRÓNICA DE VERA LUQUE: Salir vivos de esta jornada entraba dentro de los planes. El problema es que la ruleta rusa se va complicando, y cada jornada que pasa, el tambor del revolver se rellena con una bala más. Aún así, un nuevo sitio disponed para un amigo más: la Unión Deportiva Las Palmas que en plena trayectoria mojonera se une a la fiesta. No es mala noticia sabiendo que tenemos pendiente el partido en casa contra ellos.
Lo que pasa que para llegar con vida a dicho papelón es obligatorio ganar en Sevilla, y viendo el panorama, la cosa se me presenta como aquel programa en el que un día subían a lo alto del Himalaya sin oxígeno y con gargajillos, y al otro bajaban al cráter de un volcán con un bocadillo de mortadela y una lata de cerveza… ”Al filo de lo imposible”.
Ojalá el mismo miércoles por la noche, me tenga que abrir una viena por la mitad y meter este mismo párrafo que usted está leyendo por medio con su chorreoncito de limón y su mijita de sal, cual rodaja de carne mechá. Pero después de presenciar el partido de ayer, a poco que el Sevilla quiera jugar a la pelota sin estrés ni ataduras morales, cualquier resultado que desembocara en traernos los tres puntos de vuelta por la autopista podría calificarse de hazaña, visto lo visto.
Y el asunto es que si no es con una hazaña, una heroicidad de nivelón hollywoodiense, cuasi mística, no nos salvamos. Agárrense a las matemáticas si quieren, y a los cálculos de probabilidades, fríos y sin vida, que esto no consiste en lanzar un dado. Consiste en que un equipo cuya única baza es la fé y la aleatoriedad del bote del balón, del rechace en la mano contraria, o del larguero y para fuera cuando disparen ellos, falsea las estadísticas. Los números dirán que nuestras posibilidades son muy pocas. Nuestro juego dice que las posibilidades son menos todavía.
El resultado social de esta campaña tan matraca es ni más ni menos lo que se vio ayer en la grada. Malestar continuo, únicamente anestesiado por la ejecución exitosa del penal. El público, tratado en este neofútbol ultracapitalista como mero consumidor, tiene derecho a la queja cuando no está conforme con el producto que ha adquirido. Si la figura del abonado se limita a un pagador anual cuyo dispendio económico a lo único que le da derecho es a visualizar el espectáculo quincenal de veintidós señores en calzón corto, tiene incluso la obligación de la protesta si el espectáculo se torna en lamentable o en indigno en función a la cantidad abonada.
Como el que paga cien pavos por ver a Calamaro, y el susodicho se cuela pasaete de yamentiende. Pues igual. La afición silba a un delantero que después de una temporada entera teniendo minutos, reduce su bagaje a unos cuantos tiros a puerta desviados y cero goles en la buchaca. El concierto de viento podría considerarse cruel si no tuviéramos en cuenta que es el futbolista mejor pagado de la plantilla. ¿Inapropiado el momento? Quizás. ¿Ilegítima la respuesta popular? Para nada.
De todos modos y particularmente, antes que los silbidos me quedo con la carguita que hacía tiempo no aparecía por las gradas mirandilleras. El cántico de “Maxi mete un gol” pasa a formar parte del compendio de cánticos y pancartas de “age”, de esos que forman parte de nuestra más recalcitrante retranca, como aquel “Linares no te vayas al Milan” o el “Árbitro guapetón” de toda la vida. Que no se pierda.
“Esperando el milagro” es una canción de Pablo Milanés, que no creo que el añorado cantautor cubano la escribiera pensando en el Cádiz precisamente. Aunque visto lo visto en las últimas temporadas, no estaría de más adoptarla como himno oficioso del mes de mayo. La vida extra la consumimos como si no hubiera un mañana, y hay quien confía ciegamente en esa alineación de planetas que nos mantenga en Primera, más que en la alineación de Pellegrino.
El miércoles todo el cadismo practicante se pegará a la pantalla o pillará la autopista después de comer, con ese ínfimo filamento de esperanza que nos siga insuflando vida. Pegaremos la oreja a los transistores (o a los smartphones) buscando ese gol del Athletic en Vigo, o del Granada en Vallecas. Rescataremos recuerdos de antaño, donde éramos los reyes de la cuerda floja en un fútbol menos farandulero y más hecho para ese equipo que demostrara en el césped más arrojo, menos miramiento con la tibia propia y con el peroné ajeno, y sobre todo, más identificación con el escudo que llevaban pegado en el pecho, asunto este que no era complicado de entender, puesto que gran porcentaje del vestuario se había criado en el Complejo de la Barriada y en la arena mojada de la Victoria.
Hoy todo es más complicado. El compromiso del futbolista es básicamente profesional, o sea, el justo y necesario. Más allá de eso queda poco, sabiendo como saben que mañana estarán en otro equipo, en otra liga o en otro continente. De ahí que no tengamos otra opción que admirar a Lucas Pérez. Y de maldecir en arameo cada vez que se escucha el nuevo eslogan… “Hasta el final”. Quizás si hubiera sido “Desde el principio”…
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