lunes, 6 de mayo de 2024

LA CRÓNICA DE VERA LUQUE

 REAL MADRID 3 - CÁDIZ 0

DE ESTAFAS PIRAMIDALES Y ESAS COSAS


REAL MADRID: Courtois, Carvajal, Militao, Nacho, Fran García, Camavinga (Valverde 80'), Modric, Ceballos, Arda Güler (Bellingham 66'), Brahim Díaz (Vinicius 73') y Joselu.

CÁDIZ: Ledesma, Zaldua (Iza Carcelén 66'), Fali, Víctor Chust, Javi Hernández, Escalante, Rubén Alcaraz, Robert Navarro (Iván Alejo 84'), Sobrino (Maxi Gómez 75'), Álex Fernández (Lucas Pires 66') y Chris Ramos (Juanmi 75').

ÁRBITRO: Iglesias Villanueva (gallego). Amonestó a Zaldua por el Cádiz.

GOLES: 1-0 Brahim Díaz (51'), 2-0 Bellingham (68'), 3-0 Joselu (93').

INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la 34ª jornada de LaLiga EA Sports disputado en el estadio Santiago Bernabéu ante 72.654 espectadores.




CRÓNICA VERA LUQUE: Borren de su mente la ocasión de Chris Ramos. Como diría Anthony Blake, aquel mentalista portentoso hasta que un año quiso adivinar el Gordo de Navidad y no pilló ni lo jugado… ”Todo ha sido producto de su imaginación”. No focalicen el fracaso en el espigado delantero gaditano. Hasta Robben falló en la Final de Sudáfrica una más clara. Es fútbol y ya está.

El problema es que, como en aquel chiste de las piraguas, la responsabilidad se la endiñamos al que menos cobra de la plantilla. A este paso, la culpa del descenso la va a tener Juanito Marchante, porque dobla malamente las camisetas. El delantero que tendría que haberse pegado el duelo en O.K Corral con Courtuais, tendría que haber sido Maxi Gómez, que para eso ocupa el puesto número uno de la lista Forbes del vestuario.

Y que para eso tiene en su mochila el haber sido compi de delantera de Cavani y Luis Suárez en el Mundial de Rusia. Y que si no marca, si no juega, si no responde, es porque en esa misma mochila se trajo también unos pocos de choripanes de más. Prueben a buscar fotos de ese mismo Maxi Gómez del Campeonato del Mundo de hace seis años, y el de ahora. Si las ponen a la inversa es el anuncio perfecto de una clínica de nutrición o de la mágica dieta del desayuno intermitente: ese típico de antes y después. Pero tampoco carguemos la culpa al cien por cien en el uruguayo.

Alguien lo trajo sabiendo las condiciones físicas en las que venía. Y lo mismo pasa con Juanmi, que es el otro que tendría que haber sido el ejecutor de la jugadita de marras. Se han traído delanteros con glorias pretéritas que al equipo le han dado más lustre en las alineaciones (o en el banquillo) que resultado en el césped. Imagino que ahí habrá alguien que también tendrá su parte de responsabilidad, por aquello de pillar fichajes en el Lefties futbolero. Y entonces es como pueden comprobar que peldaño a peldaño vamos subiendo en la piramide del club, y al final casi que te diría que Chris fue el que falló el mano a mano, y seguramente por ello le costaría pillar el sueño el sábado por la noche.

Pero los que realmente deberían (y espero que así fuera, aunque lo dudo) haber estado sin pegar ojo, no se vistieron de corto. Se sentaron junto al tito Floren y a #Juanmalohace en esa montería, en esa “Escopeta Nacional”, en ese berlanguiano escenario que es el palco del Bernabeu. Aun así… ¿Creen en serio que si Chris marca, ganamos el partido? Con cuarenta minutos por delante, Bellingham and company dispuestos para salir, y la cena y el cubateo de celebración liguera encargados ya al catering de turno…¿No nos iban a remontar? ¿Al mismo Cádiz que perdió cuando ganaba cero a dos en el Metropolitano, o al que le empató un Sevilla más que regulero cuando aquí se le iba ganando también por dos a cero? Y cuando digo al mismo, es el mismo que el de la primera vuelta, porque de los fichajes invernales…ni rastro en el once inicial. Todo en su sitio, vaya.

Capítulo aparte es el entrenador. Pellegrino siempre de negro y con semblante hiperserio se llevaría de calle un casting para hacer el papel de enterrador en una película de cowboys. Le falta el metro y el buitre en el hombro. Y en estos tres mesesitos mal contados que lleva aquí, no ha hecho otra cosas que coger la pala y cavar el agujero adonde nos vamos de cabeza. Vino a un punto del décimo séptimo, y ya andamos a seis.

Está claro que la adrenalina y los estimulantes que debería haber repartido en el vestuario,los cambió por somníferos. Es lo que tiene tapar el hueco de entrenador con la opción que no era ni la A, ni la B, ni siquiera la C. Se tiró de agenda hasta que se dio con uno que andaba al otro lado del charco y que si salía bien la cosa se coronaba de héroe, pero si salía mal la culpa no era suya, era del otro. Los que aun siguen instalados en los mundos de Yupi (yo reconozco que aún una mijita ínfima, casi microscópica, pero lo estoy) piensan que ganando los cuatro últimos partidos nos salvamos.

Para que en tres semanas ganemos los mismos partidos que hemos ganado en nueve meses, el cambio en la dirección banquillera tendría que ser inminente. Para eso, en su día, aparecía siempre un hacedor de milagros, llamémosle David Vidal o Ramón Blanco, un bigote salvador, hombre de la casa, conocedor del club y de su mano de obra. Un entrenador interino, un tipo que se arremanga sabiendo de sobra que le va a tocar arreglar el estropicio de toda la temporada, que se ha visto todos los partidos, y que conoce al plantel más y mejor que cualquiera. Pero es que ni eso tenemos ya.

Entre otras cosas porque la conexión Cádiz-Cádiz B (o Mirandilla) es casi inexistente. Son casi dos equipos independientes uno del otro, cerrándose la puerta a esa posibilidad de reacción a partir de la aportación de algún canterano capaz de agitar el avispero y ponerle las pilas a los de la lista Forbes. Aunque sólo fuera por vergüenza torera. Pero ni eso. Tenemos un filial felizmente salvado, que de momento sólo sirve para vender oooootro diseño más de camiseta, y para que podamos esbozar alguna sonrisita fugaz entre tanta miseria.

Quedan cuatro partidos. Habrá que prorratear la rabia y dosificar el mosqueo. Todo de golpe no es bueno para la salud. Los mundos de Yupi están ahí todavía dejando vislumbrar una pequela rendija por donde entra una tenue luz esperanzadora, pero el personal ya piensa más en qué fecha será el deceso. Muchos previsualizan que la catástrofe se rubricará en el Sánchez Pizjuán. ¿Justicia poética? Al menos allí, el control del volumen de los altavoces está en manos ajenas. O no.

Fuente: Cádiz Directo



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