martes, 10 de septiembre de 2024

 LA CRÓNICA DE VERA LUQUE

EN LO QUE DURA UN POPURRÍ



Los que saben de esto definen gol psicológico como ese gol cuyo encajador se derrumba tal y como el tanto se hace efectivo. Normalmente se dan alrededor del descanso. Bien antes, o como ayer, justo después. Lo que pasa que lo de ayer no fue un gol, sino que fueron tres goles psicológicos, uno detrás de otro, los cuales provocaron en el Castellón un pedazo de entaponamiento mental que ni yéndose un finde a un SPA con todo pagado en una paradisíaca isla mediterránea, oiga.

Hacía tiempo que no veíamos a un Cádiz tan zorrón a la hora de gestionar un partido, aprovechando los diez minutos felices en los que las bebidas estaban a mitad de precio para pillar una cogorza post-dominical de las que hacen época.

Benditos diez minutos de empolvoronamiento defensivo castellonense y clarividencia ofensiva cadista, que parece que puedan servir de desatascador mental para los nuestros, amén. La espinita: el gol encajado, porque lo de dejar la portería a cero hubiera sido un plus para un aparato defensivo alegremente poco especulativo que aunque cumplió, dejó alguna que otra minucia a corregir, como los cómodos centros laterales que en el primer tiempo ejecutaban los de la Plana.

La imagen de Fali,vendaje en el coco cual pelotero de los tiempos del Charleston, sacando un balón que iba para dentro en la primera parte y que tal vez hubiera producido el efecto psicológico a la inversa, añade épica a la película y carácter a los de atrás. En la sección de cerrajería, se redondeó la noche con la incorporación de San Emeterio, importantísimo en la zona ancha a la hora de estropear la creatividad contraria, función que si en Primera era necesaria, en Segunda lo mismo es clave para llevarse más de un partido al lego.

Sin embargo, si hay que destacar a alguno vamos a dejarnos de pamplinas: el hombre de anoche fue sin duda nuestro (por autóctono) Chris Ramos. Chris tiene un físico privilegiado para una morterá de deportes. Te lo puedes imaginar tanto pegado a una red de voleibol pegándole mascás a una pelota, como saltando un pelín más allá de los 8 metros de longitud, o incluso surcando de punta a punta una piscina olímpica cual bodión, gorrito y gafas en ristre. Lo que pasa que le dio por la pelotita, y su imponente planta le permite licencias balompédicas al alcance de pocos, pero también le limita en alguna que otra cuestión.

Ver el fútbol desde las alturas tiene sus ventajas, y el primer gol de anoche en semitijereta, hubiera necesitado de una pirueta circense si el rematador hubiera sido de estatura estándar. Al mismo tiempo, llega una milésima de segundo a la mayoría de balones en disputa gracias a sus gadgetopiernas, estirables más allá del resto de piernas de la categoría, con lo que el pie del defensor, en lugar de patear al balón, suele patear a Chris, y ahí tienen los tres penaltis a favor que llevamos en los tres últimos partidos. Anticipación del gaditano, en parte a su función de delantero cargante, en parte gracias a su privilegiada genética.

De los seis goles que llevamos, cinco son responsabilidad directa o indirecta de Chris. Con lo que su cometido como delantero tirular está siendo de momento, de aprobado alto tirando a notable. Otra cosa es que ese mismo porte, para según qué movimientos futbolísticos, sea más un hándicap que una ventaja. Y a veces, pase de ser el Zlatan Ibrahimovic de la Bahía, a Salinas frente a Pagliuca en el 94. Tó no se puede tener.

Total, que resumiendo para ir despachando el articulito de la semana: la victoria nos llega como un vasito de caldito de puchero en mitad de la barra libre destroyer de esa boda que acabará al día siguiente. Gloria. Cuando uno tiene hambre, cualquier hamburguesa plasticosa con papas fritas congelá te vale. La victoria de anoche, fundamentada en diez minutos de chispazo gordo, aparte del necesario desvirgamiento, acredita que el aterrizaje en Segunda División ya es un hecho.

Quizás necesitábamos un rival cuya presencia en Primera se remontara a los años del Estudio-Estadio con agüillas y que al partido le diera una impronta más working class. Un rival que nos hiciera por fin, bajar al fango, al saque de banda con la grada pegada a la nuca, a nuestra hinchada desconociendo los apellidos de los del plantel contrario. Ahora ya sabemos que estamos en Segunda, y lo que se respira por estos lares. Y por supuesto, refrescamos la memoria prepandémica y volvemos a mentalizarnos de que las victorias sin glamour se deben festejar como un Segundo Premio de Navidad en el bar de las esquina, champán incluido.

Y el domingo, a desvirgarnos en casa, que llegó Septiembre, y nos trae rivales de Segunda B en la Segunda A más Primera de la historia. Aprovechemos la situación, y cojamos buen sitio en el pelotón, que a esto le queda tela.

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