LA CRÓNICA DE VERA LUQUE
SOBREVIVIENDO BAJO LA LLUVIA
Pragmatismo al poder. El Cádiz fue a por la victoria como cuando uno baja al Todo a 1 Euro de la esquina a por ese destornillador concreto que necesitas porque te ha surgido un desavío en casa. Habrá mejores destornilladores y mejores tiendas donde comprarlo, pero la necesidad impera.
Así que desavío superado y el resto de discusiones tácticas para otro día, si acaso. Que lo mismo, en eso consiste la categoría. En ir superando desavío tras desavío, sin tener por qué implementar un modelo de juego que cambie la historia, o que deslumbre al aficionado hasta el punto de ser indiferente ante el marcador porque lo estético impere sobre el resultadismo.
A medida que se van bajando pisos en las categorías futboleras, el hambre del fan se amaina con el resultado muchísimo más que con la perfecta sincronía entre la pizarra del entrenador y lo que se vea en el césped. Ojo que si las dos cosas van de la mano, mejor que mejor. Pero ante la ineficacia de la pelotita jugada desde el área chica, bienvenido sea el pase en largo si de esa forma se ahuyentan los fantasmas del desliz defensivo. Y esa fue la sensación de lo que ocurrió el otro día. Que había que sacar el partido para adelante de la forma que sea, y se sacó. Y se consiguió lo que hacía tiempo que no ocurría: que en el camino a casa, los cadistas lleváramos la sonrisa encajada, a pesar de ir con los pies chorreando.
Quizás esos cadistas fueran otro de los factores que generaran esa actitud de los futbolistas para con el partido, subidón de adrenalina mediante, el cual provocó ese plus de fondo físico hasta el final del partido, asunto pendiente desde el minuto 1 del primer partido de la temporada. Y no precisamente porque percibieran el apoyo incondicional, sino más bien una presión poco frecuente por estos lares en los últimos años. La semana pasada fueron despedidos al grito de “mercenarios”, preludio de otro tipo de actos más desagradables, sino que se lo pregunten a Güiza y al dinero que se dejó en un túnel de lavado dos o tres meses antes del ascenso en Alicante.
El aliento de la grada en el cogote de los jugadores activó el orgullo del vestuario. A veces, es bueno que el graderío demuestre cierto ambiente hostil, o cuanto menos crítico. Lo de animar, animar y animar sin recibir nada a cambio (o sólo disgustos) resulta casi insultante para el que se sienta en la grada, que al fin y al cabo, es consumidor de un espectáculo que su dinero le cuesta, y como tal, le ampara el derecho a mostrar su disconformidad con lo que le están vendiendo. Es el aficionado el que, desde tiempos inmemoriales, ejerce de soporte financiero de este show de masas mundial que es el fútbol.
Por lo que sea, la industria del balompié se nutre de la pasta que el currito se gasta en abonos, entradas que se cotizan a euro por minuto de partido por ver a equipos de segunda categoría, ventas de camisetas que pasan de moda al año a precio de trajes de chaqueta para la boda de tu primo, suscripciones a canales televisivos (y cuidadín que te multan si te vuelves un bucanero de las ondas),etc… Y partir de ahí, viene todo lo demás.
Si los millones de picados de esto dejáramos de invertir nuestra guita en el fútbol, el negocio se iría desmoronando como un castillo de naipes… pero no se apuren que esta catastrófica y apocalíptica situación sólo ocurre, si acaso, en guiones hollywoodienses rollo Shyamalan. De ahí, que los aficionados, aunque no marquemos goles, ni firmemos autógrafos, como parte activa de este universo del balón nuestro peso tenemos, y bastante materialista. Que no todo es pasión, y sentimiento. Costándonos los jurdeles, manifestarnos y reclamar es legítimo, como todo hijo de vecino cuando va a comprarse una camisa y viene con un lamparón de fábrica.
Manifestarnos y reclamar a directivos… y también ¿por qué no?, a jugadores que creemos que no lo hacen bien. Por eso no está de más por parte de los protagonistas en el césped un poquito de respeto a los que te pagan. Que aunque piensen que el pagador es el magnate de patinillo de turno, resulta que de manera primigenia, y en lo más profundo de su génesis, el sueldo del futbolista parte del bolsillo del hincha. Y por eso, si de nueve asignaturas, suspendes ocho, no hinches el pecho por la única que has aprobado. Se agacha el coco, y se sigue currando para sacar el curso adelante. Y si encima ni estabas jugando, pues peor me lo pones.
Desahogos propios y ajenos aparte, lo que ahora toca es confiar en que el pasado sábado, bajo la lluvia, comenzó la reconquista. La categoría es igualada como ninguna, pero eso tiene su puntito bueno, y es que en una reacción supersónica de tres o cuatro partidos seguidos mangando, te pones arribita. Todos anhelamos que el asunto se vaya enderezando, que las victorias empiecen a superar a las derrotas, y que el posicionamiento en la tabla se corresponda con una zona algo más tranquila desde donde las vistas den más a la azotea que a la alcantarilla.
Quizás dos semanas de exilio mirandillero no vengan mal, aunque tengamos que visitar por seguido campos complicadetes. Dejar que se limpie la atmósfera, y retornar a mediados de noviembre con unos cuantos puntitos recolectados en el minitour norteño de esta primera quincena que se avecina sería lo suyo. Falta hace.
cadizdirecto
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